Piqué siempre fue sobre el terreno de juego una versión inteligente de Sergio Ramos. La diferencia más abrumadora entre ambos centrales no se refleja en su capacidad intelectual, sino en su antagonismo ante las metas que cada uno hasta el momento se había planteado. Un quiero y no puedo luchando en la distancia contra un puedo pero no quiero.
Mientras el defensa madridista pretende representar lo que por cuestiones genéticas e históricas nunca llegará a ser, el defensa azulgrana parece rechazar lo que el destino y sus posibilidades innatas le tenían reservado. Mientras uno aporta exclusivamente su fuerza de voluntad, el otro está arriesgándolo absolutamente todo al escurridizo talento. Lo que sirve en Madrid no tiene porqué ser necesariamente útil en Barcelona a pesar de que ambas entidades siempre andan a codazos en las cimas Europeas. Un año después de que Guardiola rescatase a Piqué del ostracismo inglés, lo recuerdo como un central con una talla imponente, una figura exquisita con un toque de centrocampista y una limpieza apabullante en sus acciones defensivas. Era una bala en el corte y una roca en el choque, técnicamente inmejorable para su puesto y tácticamente sobresaliente bajo las indicaciones de Puyol. Ser defensa en el Barcelona es más complicado que ser delantero y no suponía una locura afirmar que quien veía jugar a Piqué, efectivamente, recordaba a Beckenbauer. Acaparaba absolutamente todos los requisitos para convertirse en un futbolista legendario como lo fueron los de otras épocas.
Varios años después de sus inicios, en el central catalán se siguen apreciando las mismas aptitudes, porque el talento no se pierde entre pasarelas de moda, miradas comerciales o entre bastidores de conciertos. Sin embargo su actitud profesional se ha ido diluyendo a medida que se ensancha su vida personal. Su futuro está siendo corroído lentamente con el paso de los años por el poso que dejan sus actuaciones. Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo. Piqué empieza a estar más cerca de la mentira propia que de la verdad ajena. Me extrañaría muchísimo que los consejos de sus entrenadores desde la banda o de sus compañeros en el terreno de juego le hayan conducido a su discretísima situación deportiva actual. Cada vez se puede apreciar con más claridad que Piqué se está viendo obligado últimamente, como Sergio Ramos hizo siempre, a recoger los galones que otros sueltan en lugar de buscarlos por sí mismo. Da la sensación de que sus declaraciones moderadas con una retórica madura, pretenden maquillar su insuficiencia física y moral sobre el césped. Se agarran a un reducto pasajero los que consideran que la jerarquía puede adquirirse por herencia. La fama no equivale a liderazgo.
Para dominar emocionalmente un vestuario el primer requisito indispensable es hacerlo en el campo. Si pretendes inculcar una idea no basta con predicarla, si quieres impulsar una imagen no es suficiente pretenderlo. Jamás se forjará un futbolista épico desde twitter o entre revistas amarillistas. Quizás en realidad el caso de Piqué siempre fue el caso de Sergio Ramos pero disimulado con el balón en los pies. O quizás, quién sabe si ahora mismo conocemos al verdadero jugador. Quizás las expectativas de su entorno deportivo fueran inmensamente mayores que las suyas propias y su delicada situación sea producto de un camufladoconformismo.
Lo cierto es que de aquellos primeros años queda infinitamente menos de lo que en un principio se podía esperar. Porque al central culé se le presuponía pureza en su juego y sencillez en su vecindario. Se esperaba a un jugador comprometido con el fútbol hasta el punto de situarlo lo primero en el ranquin de su vida. Para algunos futbolistas el fútbol cierra, para otros permanece abierto veinticuatro horas diarias. Piqué se trajo de Sudáfrica una copa del mundo, una reputación incuestionable y una novia internacional. Recuerdo que aquellos días la cantante empezaba a ser la pareja de Piqué, pero hace ya varias temporadas que el central es la pareja de Shakira.
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